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Muerte de un hijo, la prueba más dura para una pareja

(AP) - La vida de Patricia Loder cambió el primer día de la primavera de 1991, cuando un motociclista se estrelló contra su auto en una intersección y mató a sus dos hijos, Stephanie, de ocho años, y Stephen, de cinco.

"Me despertaba gritando todas las noches, porque esa escena se repetía en mi cabeza una y otra vez", relató Loder. "Es una carga muy pesada. Se supone que una siempre tiene que proteger a sus hijos".

Cuando parecía que el dolor la consumiría, aceptó con renuencia sumarse a un grupo de apoyo junto con su marido, Wayne.

"Había gente que había perdido a sus madres, sus padres, sus abuelos", recordó. "Todos habían sufrido y yo respetaba eso, pero ninguno había perdido sus hijos".

Era un dolor como ningún otro, capaz de destruir matrimonios, de atormentar a hermanos que se sienten culpables. Es un trauma que puede destruir familias, pero que en mayor medida tiende a unirlas, según investigadores.

Los Loder, igual que muchas familias, salieron adelante con la ayuda de otros sobrevivientes que saben lo que es levantarse cada mañana y tratar de vivir la vida luego de haber perdido un hijo en un accidente, asesinado o por una enfermedad.

Hay estudios según los cuales más de la mitad de los matrimonios que pasan por algo así se disuelven. La organización que ayudó a los Loder afirma que en su caso esa incidencia es menor.

La organización The Compassionate Friends (Amigos compasivos), que hoy es dirigida por Loder, dijo que estudió los casos de 306 matrimonios a los que se les murió un hijo y que la tasa de divorcios fue del 16%. Menos de la mitad de ellos dijeron que la muerte del hijo había incidido en su separación.

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