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jueves

Hallan un área cerebral que nos ayuda a aprender de los errores

Es diminuta, pero permite reconocer cuándo la recompensa es menor de lo esperado

Nora Bär
LA NACION

La decepción es un sentimiento con connotaciones poéticas. Un experimento que acaba de publicarse en la revista científica Frontiers in Human Neuroscience lovuelveun poquito más prosaico, aunque no por ello menos importante: según afirman científicos del Baylor College of Medicine (BCM), un instituto que forma parte del centro médico más grande del mundo, lo experimentamos cuando se activa una pequeñísima región ubicada en el centro del cerebro, la "habénula", y nos indica que nuestras expectativas no se cumplen.

"Cuando la recompensa es menor de lo esperado, el cerebro necesita aprender cómo evitar acciones que conducen a ese resultado", escribe el profesor Read Montague, director de la Unidad de Psiquiatría Computacional del BCM.

"«Habénula» (diminutivo de «habena») significa «riendita», en latín -explica Ramiro Salas, químico graduado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA radicado hace 18 años en los Estados Unidos y primer autor del estudio-. De esta región emergen dos grupos de axones que parecen las riendas de la glándula pineal."

Aunque conocían varias de sus funciones (está involucrada en el comportamiento alimentario y sexual, la memoria, la ansiedad, la adicción...), hasta ahora los científicos no le asignaban a la habénula ninguna en especial. Es más, se hablaba de ella como "un conductor de orquesta escondido" o una especie de modulador de comportamientos.

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miércoles

¿Sabría reconocer una mentira?

Por: Meghan Casserly

¿Su jefa no le mira nunca a los ojos? Quizás sea una mentirosa.

¿Su asistente se muerde continuamente los labios? Quizás sea una mentirosa.

Si hay algo en lo que empleados y jefes podrían estar de acuerdo, es en que los mensajes del cuerpo y el rostro pueden ser tan importantes, a veces más, que lo que se dice.

El estudio del lenguaje corporal se popularizó en el decenio de 1970, cuando los expertos comenzaron a analizar el vínculo entre los gestos físicos y la sinceridad. Desde entonces, hemos ido elaborando una lista de señales, de pistas, que nos indican si nuestro interlocutor miente: evitar el contacto visual, tocarse la boca al hablar, juguetear con los dedos... Todos estos gestos son, supuestamente, una forma de nuestro cuerpo de delatar que mentimos.

Pues resulta que estábamos equivocados. Por lo menos, nos equivocamos un 50% de las veces. Según un histórico estudio desarrollado por el doctor Paul Ekman, pionero en el estudio de las mentiras y autor de What the Face Reveals (Lo que revela el rostro) y Cómo detectar mentiras en los niños: claves para fomentar la sinceridad de los hijos, muestra que, a pesar de lo que creemos que sabemos, la mayor parte de la gente solo acierta la mitad de las veces a la hora de pillar a un mentiroso. Ekman, consultor de la serie de FOX Miénteme, afirma que, aunque somos mucho peores de lo que nos gusta reconocer en lo que a la detección del engaño se refiere, hay determinados tics físicos que nos pueden indicar si la persona que nos habla nos dice la verdad o intenta engañarnos, y que un ojo experto puede detectarlos.

"Los seres humanos aprenden en su infancia a manipular las emociones faciales para adaptarlas a las situaciones sociales, pero esto supone que, con el tiempo, también podrán manipularlas para engañar", afirma Calin Prodan, médico residente del Centro de ciencias de la salud de la universidad de Oklahoma, en Oklahoma City. Además, esta habilidad la llevamos desde el patio del colegio hasta nuestro lugar de trabajo. "Así, por ejemplo, una persona que esté enfadada con un superior es capaz de utilizar una sonrisa "social", en lugar de fruncir el ceño, cuando está pidiendo un aumento."

En su estudio de la mentira, Ekman se ha centrado en las microexpresiones, pistas del rostro casi imperceptibles para los legos; y en las miniexpresiones, señales que denotan los sentimientos reales de la persona o el significado que ocultan las palabras que pronuncia.

"Los mensajes corporales están ocultos a la vista de todos -concuerda la doctora Elaine Wilkes, terapeuta y autora de Nature's Secret Messages: Hidden In Plain Sight (Mensajes secretos de la naturaleza: ocultos a la vista de todos)-. Hay que buscarlos." Tanto Wilkes como Ekman utilizan el ejemplo de alguien que diga "sí" con la voz y "no" con el cuerpo. "A menudo observo que cuando alguien dice "Sí, lo puedo acabar en plazo" mueve ligeramente la cabeza a los lados -cuenta Wilkes-. Si veo ese gesto, sé que es imposible".

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¿Qué ocurre con la psiquiatría? La visión de un experto

Por Frederik Joelving

NUEVA YORK (Reuters Health) - La psiquiatría perdió su esencia.

Así es como el doctor Daniel Carlat, psiquiatra de Boston, describe el estado de su profesión. "En los últimos 20 a 30 años, la psiquiatría pasó de ser una profesión en la que tratábamos de entender a la persona y su psicología a una en la que diagnosticamos enfermedades y medicamos", dijo.

"De ese modo, en ese tiempo, perdimos la curiosidad psicológica. Y ese es el alma de la psiquiatría", agregó.

Reuters Health dialogó con Carlat sobre su nuevo libro "Unhinged: The Trouble With Psychiatry. A Doctor's Revelations About a Profession in Crisis" (Free Press, 18 de mayo del 2010).LLa

Carlat indicó que todo comenzó con la aparición de los fármacos como Prozac (fluoxetina), un inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina (ISRS), que fue aprobado en 1988.

Gracias al Prozac y a sus primos, como Zoloft y Paxil, y a sus efectos adversos relativamente limitados, las recetas se multiplicaron.

Hoy, los psiquiatras pasan 20 minutos con un paciente de tanto en tanto, básicamente para ajustar los medicamentos, a diferencia de la hora o más que se necesita por semana para comprender los problemas del paciente.

Algunos aseguran que eso refleja una ciencia más madura, que resuelve los problemas más rápido y más eficientemente. Pero, según Carlat, eso no es necesariamente así.

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