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¿Es conveniente hacer el balance de fin de año?

Por Valeria Chavez - Infobae.com

Vaya a saber qué clase de tradición es la que "obliga" en esta época a evaluar logros y fracasos. Una psicóloga dijo a Infobae.com que tapar las heridas abiertas aumenta el malestar. Y aconsejó ponerse metas "alcanzables"

Para la licenciada Marcela Barilari, es alguna tradición cultural de corte culpógeno la que hace reafirmar la idea de realizar, cada año que termina, el clásico balance.

Consultada por Infobae.com acerca de qué actitud sería más “sana” de tener frente a las metas no cumplidas, propuso descartar las recetas que promueven el consolador “ya vas a ver, todo va a cambiar”, pasando por el “mezclo y barajo de nuevo”, hasta el –atenta a las clásicas discusiones familiares- “yo largo todo y que se arreglen...”.

“Muchas veces, el termómetro de valores sociales no nos habilitaría a pensar que el cambio positivo está próximo, y que existiría otra forma de festejar el fin de año que no sea la consagración de éxitos o la angustia obligada por lo no logrado”, dijo Barilari, para quien un saludable antídoto para este trago amargo sería “analizar qué coordenadas afectivas guiaron a una familia determinada a soportar de una manera u otra el infortunio, y también de la capacidad de disfrutar de la buena fortuna”.

“Desde luego que no se trata del individualismo a ultranza, sino de ver de qué forma podemos dar curso a nuestros intereses más íntimos, dentro de la comunidad en la que vivimos, y acompañado de nuestros afectos más queridos”, dijo la profesional respecto al cumplimiento de los deseos.

En ese sentido, remarcó el hecho de que es moneda corriente penar el balance en rojo, sin reparar que en el “debe” de la cuenta, es muy grande lo que encontramos: “la no renuncia al camino del deseo y del amor; ya que de esta conjunción depende nuestra salud psíquica”.

¿Proyectar nuestros deseos ayudará a olvidar los dolores?
El querer “taponar” las heridas abiertas no haría más que enardecer el malestar. Recordemos que el sufrimiento, las angustias pasadas y el dolor de las pérdidas no se olvidan; sí podemos ayudar a cicatrizarlas abriéndole paso a las palabras retenidas, animándonos a confesar los miedos que nos acechan, y secando todas las lágrimas que fueran necesarias derramar; y que a veces lleva un tiempito.

Ésa es –para la coordinadora docente del Centro Dos- la clave para no sentirse “frustrado”. Y destacó que “desde la familia o con ayuda profesional, se hace imprescindible alivianar la carga”.

“Una buena alternativa sería andar con una carga liviana; así nos podremos dedicar a proyectar una vida más digna que abarque no sólo lo que debe incluir una buena vida sino además lo que nos debemos”, aseguró.

Respecto a si es factible el cambio, dijo que hay un tema “ineludible”. Y es que cada punto final de cualquier cosa que se trate –estudios, carreras, metas o fines de año- obliga por así decir a ver el tránsito recorrido, dado que es el final de un tramo.

Pero también, debería impulsarnos a mirar por el inicio del siguiente; que por cierto es página en blanco, y con muchos casilleros por cubrir dado que no podríamos predecir el futuro. “El punto es tratar de pensar y decidir -y esto sí depende enteramente de nosotros- cómo querríamos transitar lo que sigue”.

Así es que –aseguró- “si nuestro molde afectivo sólo incluye el todo o nada, el resultado será el consabido ´ganas o pierdes´, arrojando un balance donde la angustia es efectivamente reina”.

Distinto sería, si pudiéramos disponer o bien construir con ayuda de amigos, familia o profesionales, una matriz que reconozca la combinatoria de la vida humana: esto es, que ninguna operatoria del hombre será absoluta; siempre hay un resto que nos causa a seguir y a renovar la apuesta, ya que los fracasos “no debieran llevarnos con ellos”.

Con todo, en el brindis de fin de año tendríamos la oportunidad de apostar a un proyecto sensato (acorde a nuestro mundo circundante), sabiendo que el resultado podrá no ser pleno pero cuyo resto incumplido nos permitirá el año que viene encarar la misma (o no) senda.

A modo de conclusión, Barilari sugirió tener presente el hecho de que “perseguir un objetivo nos procura bienestar, alivio y alegría” y que “tratar de relajar un poco el gusto por la adrenalina a la que también la época a veces nos invita es una apuesta fuerte que podemos autónomamente decidir tramitar”.

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